Asturias es negra y verde. Así lo recuerdan canciones tradicionales y poemas. Lo primero debido al carbón, lo segundo a su exuberante naturaleza. Ahora la mayoría de las minas de carbón están cerradas y sus edificios permanecen en silencio, inmóviles como esqueletos, proyectando una larga y oscura sombra sobre la tierra que no hace mucho bullía a su alrededor. Durante las últimas dos décadas la región ha estado inmersa en un incompleto y fallido proceso de reindustrialización que ha añadido otro color al lienzo, un gris desvaído que lo invade todo. Es el gris de las ruinas del pasado, obstinados recordatorios de un pasado próspero, que se desmoronan pacientemente. Está en las nuevas carreteras y aceras que llegan a los mismos sitios pero de diferente manera, con diferente ritmo. Y es el color del cemento, omnipresente en edificios inacabados y casas vacías, ruinas del presente, que observan en silencio a aquellos que ni las terminarán ni las habitarán.
Entre esas ruinas la gente vive en un limbo en el que el tiempo parece haberse detenido, nada parece cambiar. Están atrapados entre un estilo de vida que se desvanece, al que no pueden volver, y un incierto futuro que no pueden siquiera concebir, sus caminos desapareciendo ante sus ojos como si una densa niebla lo cubriese todo. Una niebla que a veces parece gris también.
El proyecto también es un libro: http://issuu.com/naomisoto/docs/black_asturias_a_future_in_ruins?e=9396506/4959276
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