Los artistas del hambre

Flashmob reivindicativa para la readmisión de Marcos, los asistentes se quedaron en silencio en medio de la calle vestidos con el Flasmob-kit. Barcelona. 2012.
La manzana fue colgada el primer día de la huelga de hambre, como símbolo del hambre que iban a pasar. Barcelona. 2012.
Marcos en las oficinas del sindicato Co-Bas, lugar habilitado para la huelga de hambre. Barcelona. 2012.
Laurentino con su albornoz, leyendo la prensa del día en su habitación. Barcelona. 2012.
La habitación se improvisó en una parte de la oficina del sindicato, donde los huelguistas pudieran estar tranquilos. Barcelona. 2012.
Josep, recién salido de la ducha de empleados, se prepara para la jornada. Barcelona. 2012.
Marcos en la azotea del edificio donde está el sindicato. Barcelona. 2012.
La azotea se convirtió en uno de los lugares de reposo y distracción de los huelguistas. Barcelona. 2012.
César, Carlos y Alberto alimentándose de la luz del sol, en uno de los momentos que se reservaban para ellos. Barcelona. 2012.
Preparando pancartas para las acciones que se hacían en el exterior. Barcelona. 2012.
Laurentino y Alberto en la sede de Telefónica intentando forzar una reunión con Kim Faura, el director de la sede catalana. Barcelona. 2012.
Marcos pesándose para uno de los controles médicos. Barcelona. 2012.
Flashmob delante de la sede de Telefónica en Barcelona. Barcelona. 2012.
Poco a poco los medios se fueron haciendo eco de la huelga. Barcelona. 2012.
Controles médicos, los huelguistas eran conscientes que el límite de la huelga estaba en su cuerpo. Barcelona. 2012.
Publicaciones para repartir sobre la huelga de hambre, el apoyo fue mayoritario y mucha gente se volcó en su lucha. Barcelona. 2012.

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"Me dirijo a los directivos Jesús Figueroa, Mª Belén de la Hoz, y Alberto Cases, que el 4 de febrero de 2011 decidieron hacer uso del artículo 52d para despedirnos a Mª Cruz y a mí, y que aun habiendo perdido tres juicios, uno nulo y dos improcedentes, han persistido en su decisión. Os escribo desde mi cama, aquí en la central de Paralelo, en la improvisada habitación en la que hoy hace 11 días, cinco compañeros y yo, comenzamos la Huelga de hambre. Mientras buscaba, con la mirada perdida, cómo comenzar esta carta he visto colgada en el techo  la manzana. No, no penséis, la cabeza va más lenta pero se mantiene lúcida; la manzana es real. La colgamos nosotros mismos el día que comenzamos. Supongo que era una manera de reírnos del hambre que íbamos a pasar, una manera de expiar ese demonio. Lo cierto es que, ocho días después, me doy cuenta de que hemos olvidado la manzana y el hambre. Tenéis que saber que a todas horas hemos visto entrar, por la puerta de la tercera planta de Paralelo, a compañeras y compañeros que vienen a alimentarnos con la verdad que, durante muchos años, había permanecido oculta bajo el temor y la resignación. La verdad de una plantilla que sabe de vuestra obsesión por acabar con ella para poder así externalizar el trabajo y hacerlo más barato; gente que sabe que no os importa en qué condiciones trabajan autónomos, contratas y subcontratas mientras vuestros sueldos millonarios crezcan, y los accionistas sonrían felices al conocer la cuenta de resultados. Nos alimentan las personas que entran por esa puerta y nos abrazan porque saben que nos utilizasteis a Mª Cruz y a mí para atemorizarles a ellos; que saben que esto que habéis hecho con nosotros es inhumano, una agresión desproporcionada del fuerte con el débil, exactamente, una injusticia. Miro la manzana y no siento nada distinto al mirar la silla, la puerta, o el albornoz de Laurentino. Hoy comprendo más que nunca que hay nutrientes que no te da la comida ni el dinero; ese alimento inmaterial te permite levantar la cabeza y mirar a los lados, comenzar lentamente a salir del miedo y la obediencia, y tengo la certeza de que ese alimento le hace bien a la gente y a nosotros. Durante estos días hemos sentido a la gente como un rumor que crece. Por aquí pasan  también colectivos de todo tipo, políticos y medios para interesarse y darnos su apoyo. En lo personal estoy lleno del calor y la solidaridad de los compañeros, especialmente de los que han decidido iniciar esta huelga a mi lado. Y no me refiero sólo a los que no comen. Me refiero al medio centenar de personas que de una manera u otra también son parte de esta huelga. Me pregunto si podéis imaginar la puñalada que me disteis aquel 4 de febrero, y no hablo en sentido figurado, hablo de quedarte sin aire, hablo de 24 años de vida en Telefónica desplomándose en un instante sin previo aviso, hablo de los ocho meses que vinieron después, y de esta nueva puñalada de julio. No sé si tenéis la capacidad de poneros en la piel de una persona que sólo tiene su trabajo para subsistir, quizá os quede demasiado lejos, lo que sí sé es lo que esperabais. Esperabais que me fuera a casa a llorar y a limpiarme las lagrimas con la indignación; esperabais que asumiera la agresión, pero como veis os equivocabais de persona, no quiero el dinero de la indemnización, sólo quiero trabajar y reivindicar una cosa: dignidad. Pero no penséis que esto es mérito de la huelga que estamos haciendo, la huelga es la reacción que vosotros habéis provocado. Pensad bien lo que os voy a decir; antes de despedirnos se habían eliminado ya 45000 puestos de trabajo dignos y os disponíais a terminar con 6500 más. ¿Hacía falta despedir a dos personas por bajas médicas? ¿Os dais cuenta lo clara que quedó vuestra intención de atemorizar a los candidatos al ERE? Y una vez ya estaban los 6500 prejubilados ¿Hacía falta volver a despedirme después de un nulo y un improcedente? ¿Qué queréis demostrar? ¿No os dais cuenta de que esta es una plantilla que lleva sintiendo la presión de saber que, sea lo antigua que sea, tenga el valor profesional que tenga, es una plantilla a exterminar? Los humanos somos complejos, el miedo y el sometimiento tiene un límite, y quizá os vendría bien hacer converger vuestro sentido del poder con el sentido humano que parecéis no contemplar. Vosotros no lo sabéis, porque lleváis aquí la mitad de tiempo que nosotros, pero hubo otro tiempo en el que las direcciones de esta empresa tenían cierta sensibilidad hacia la plantilla, hay casos concretos que podría citar. Todos hemos de aprender algo de nuestros antecesores, la historia es algo de la que todos hemos de aprender, vosotros también. Tenéis una oportunidad idónea para hacer un gesto, para cambiar el rumbo de la confrontación que habéis provocado. La manzana se pudre, nuestros cuerpos se deterioran, pero tenemos el ánimo satisfecho y listo para comenzar otro tiempo dentro y fuera de Telefónica". Marcos, trabajador de Teléfonica en huelga de hambre por su despido.

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2012
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