El 16 de mayo de 2012 más de treinta familias en situación de emergencia social ocuparon un edificio vacío en la Avenida de las Juventudes Musicales de Sevilla, en el norte de la ciudad. Pasadas las seis de la tarde del 17 de mayo desplegaron desde uno de los balcones una pancarta que decía: “Yo tengo un techo, tú estás en tu derecho”, dejando claro ante los aplausos de quienes les apoyaban desde la calle uno de los puntos del manifiesto que hicieron público: ”No ha sido fácil dar el paso, pero después de mucho pensarlo, viendo que por toda España la gente se rebela, animada por el movimiento 15M y sin recibir soluciones de los gobernantes, hemos decidido que no podemos quedarnos en la calle mientras miles de viviendas se encuentran vacías”. Se organizaron bajo el nombre “Corrala de vecinas La Utopía”, remarcando el carácter femenino de la iniciativa, porque fueron un grupo de mujeres quienes decidieron organizarse para actuar. Fueron ellas quienes decidieron dar un paso al frente para reivindicar sus derechos, unos derechos que deberían estar garantizados y regulados. Fueron ellas quienes decidieron plantar cara a las instituciones que las abandonaron y a los bancos que las desahuciaron, organizándose de forma asamblearia y apelando al derecho que otorga el artículo 47 de la constitución cuando habla del “derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”. Por ello se realojaron en un edificio construido hace un par de años y que, sin embargo, permanecía vacío. Iniciaron ese viaje sin la voluntad de hacerse con la propiedad de esas viviendas, pero sí de tener un techo bajo el que vivir. Estuvieron desde el primer minuto abiertos al diálogo con instituciones, propietarios del inmueble y con quien correspondiese con el fin de regularizar su situación, pero a cambio obtuvieron el corte total de los suministros de agua y luz.
Las fotografías de este libro, Imagina cuantas palabras, fueron hechas en la Corrala de vecinas La Utopía justo un año después, en junio de 2013. Y ahí siguen, resistiendo. Los niños juegan con un balón entre la Corrala y el hotel de cuatro estrellas que hay justo enfrente. Alberto busca el hámster que se acaba de escapar de la jaula. Yerai en su habitación azul. La piscina de la terraza está abandonada. Aguasanta, Juan Antonio y Guillermo comen pizza casi a oscuras. En el parking subterráneo del edificio hay un solo coche, que no funciona. Guillermo hace los deberes a la luz de las velas. Pancho trata de respirar junto a su pequeño perro. El reloj marca las 19:30, la hora de la asamblea. A Javi le encanta bailar rap. Hay una pequeña mariposa en el cristal de casa de Vanesa. Javi sueña con ir de vacaciones a la playa de Matalascañas. Manoli tiende la ropa al sol de Sevilla. Eli lava los platos con su padre en el bidé. Fran celebra los cuatro goles del Sevilla durante la última jornada de la liga de fútbol. El paraguas tirado en el patio de la corrala parece un pequeño iglú de verano. Vanesa besa a Yeray antes de llevarlo al colegio. En una pared de la Corrala una estrofa de “No te rindas” de Mario Benedetti, ese poema que se deja leer con el corazón y que habla de resistencia, de miedo, de sueños, de la vida y del amor. La pequeña Raquel mira el estampado de flores de las cortinas mientras su papá se la come a besos. Jesi toca la flauta dulce por diversión mientras mamá pone la mesa. Ernesto Guevara mira desde una ventana el paisaje del patio de la Corrala. José Manuel juega a fútbol con sus amigos, pero preferiría jugar a baloncesto. Alberto juega con la consola encerrado en su habitación. En otra pared de la Corrala una frase se despliega como un arcoíris: “Pueden cortarnos el agua, pueden cortarnos la luz, pero jamás nos cortarán las alas”. Manuela guarda sus gafas en un estuche de plástico. Juan Antonio ha terminado 4º de la ESO, pero no quiere hacer el bachillerato.
Desde aquí, la Corrala es como una flor clavada en el esternocleidomastoideo de la ciudad. La felicidad, esquiva. La naturaleza, un sueño. El mar, lejano. La alegría va por barrios. El cariño y la amistad no se esconden. Otra frase pintada en una pared dice: “Sin agua, sin luz y sin miedo”. A Raquel, Aguasanta, David, Fran, Pancho, Vanesa, Javi, Eli, Raúl, Manoli, Manuela, José Manuel, Yerai, Tatiana, Guiomar, Ainhoa, Montse, Irma, Alberto, Guillermo, Juan Antonio, Jesús, Acrecio, Javier, Elena, Zaida, Toñi, Jessica, Raquel, María, Carmen, Agustina, Francisco…, les encantaría poder vivir en paz en sus casas, escuchar música, dormir la siesta, leer un libro de aventuras, navegar por internet con el ordenador, oír cantar a los vecinos mientras se duchan, jugar a juegos de mesa después de cenar, regar las plantas, ver la televisión hasta quedarse dormidos. Ni gente sin casa, ni casas sin gente.
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