“Ni gente sin casa ni casa sin gente” gritan por las calles de Sevilla las cerca de 6000 personas que han acudido a la manifestación “Por el derecho a la vivienda en apoyo a Las Corralas”. Encabezan la marcha con paso firme Juani, Carmen, Raúl, Maria, Vanesa, Toñi, Fran junto muchos otros de los vecinos que desde Mayo del 2012 decidieron ocupar un edificio desocupado al cual llamaron “Corrala de vecinas La Utopía”.
Casi un año después las charlas y reuniones iniciadas por 12 mujeres y sus familias junto con la ayuda de la Intercomisión de Vivienda del 15M del distrito sevillano de la Macarena culminaron en una acción y lucha que ha sido el catalizador en la ciudad y provincia de Sevilla en la que se han ocupado colectivamente nueve edificios en los cuales se han realojado cerca de 150 familias.
Mas allá de la reivindicación ideológica y la repercusión mediática, que hay en esta lucha de clases, el movimiento de las corralas no es otra cosa que una respuesta humana ante la falta de recursos y soluciones de las instituciones hacia una situación social, que se ha hecho insostenible para las familias mas desfavorecidas.
La presión de los bancos, una ley hipotecaria, reconocida injusta por Europa y la herencia dejada por la fiebre del ladrillo han creado el ecosistema ideal para
que las 36 familias de la Corrala de vecinas La Utopía tomaran la decisión de dar un salto hacia lo desconocido e ilegal al ocupar un edifico que llevaba cerca de dos años vacío y que compró posteriormente, el banco Ibercaja, con los nuevos inquilinos ya instalados.
Aunque para algunos de sus vecinos mas jóvenes el camino comenzó desde los ideales y la indignación para la gran mayoría de miembros de esta comunidad “La Utopía” llegó a sus vidas por necesidad. Lejos de la imagen de “okupa” o “antisistema” creada históricamente por los medios de comunicación la mayoría de los vecinos son parejas, con edades entre los 25 y 40, con hijos.
Lejos de las comodidades que tenían en sus antiguos hogares, en las que el agua brotaba de los grifos y las bombillas se encendían al darle al interruptor. La rutina del día a día continua, entre el vaivén de viajes a la fuente con el zumbido de fondo de los generadores de electricidad que pueblan el tejado.
Mientras las negociaciones con las instituciones prosiguen. Para Toñi (45), separada y con un hijo de 13 años la vida en la corrala la ha puesto en contacto con una lucha y un activismo del que se había mantenido alejada. Dedicada en cuerpo y alma a su hijo, su trabajo y su casa mientras veía por la televisión lo que sin darse cuenta le acabó por llegar a ella.
Con la intranquilidad de no saber que pasara con su futuro la vida sigue en cada una de las familias. Mientras cada uno organiza su piso y sus tareas a su gusto, el orden y funcionamiento de la corrala se rige mediante las asambleas. Al menos una vez por semana esta comunidad se reúne en los bajos del edificio, a la luz de las bombillas, para decidir y organizar los temas y acciones que se van a tomar.
Manuela, como tantos otros, nunca se imaginó encontrarse en esta situación a sus 65 años. Desahuciada y con una deuda de 118.000€. Se fue de su casa de madrugada para evitar una escena con la policía delante de los vecinos. Desde entonces no ha parado de acudir a todas las acciones y protestas junto con sus nuevos vecinos.
La marcha en apoyo a las corralas de la provincia de Seviila sigue su recorrido pasando por las calles de la ciudad y con final en la corrala La Utopía, en el barrio de San Lázaro, uno de los mas afectados por los desahucios. Muchos de sus conciudadanos miran la marcha pasar mientras los manifestantes gritan al unísono ¡No nos mires únete!
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